El investigador del NeuroCICS y Ph.D en Ciencias Médicas Francisco Zamorano reflexiona sobre el miedo, uno de los tópicos más conversados durante esta semana en que muchos celebraron Halloween. ¿Realmente lo anhelamos? ¿Conocemos qué es el miedo?
Si bien la mayoría de las personas se sienten cómodas en un ambiente seguro, existe mucha gente que disfruta de experiencias límites.
Realizar un deporte extremo, subirse a una montaña rusa en caída libre o mirar una película de terror se asocia comúnmente a la idea de miedo.
Pero ¿conocemos realmente el miedo?
El 12 de septiembre de 2001 si un globo hubiese reventado en Nueva York la gente habría corrido a esconderse. Existen múltiples elementos en nuestra naturaleza humana que provienen desde los albores de la evolución y que tuvieron un rol protagónico para la sobrevivencia de nuestros antepasados y nos permitieron llegar a ser Homo sapiens. Pero, actualmente, muchos de estos rasgos entran en conflicto o no cumplen necesariamente un rol adaptativo en nuestras vidas modernas, generando respuestas cotidianas nocivas como la ansiedad, el miedo o la angustia. En particular, el miedo disminuye la creatividad, inhibe la alegría asociada al explorar y descubrir, y frena también nuestro instinto lúdico.
El miedo podría ser definido como la integración de una conducta emocional automática cuyo centro de comando sería una región del cerebro ubicada en lo profundo del lóbulo temporal y que es tan grande como una almendra. Esta región, que está presente en ambos lóbulos temporales, recibe el nombre de amígdala y es la encargada de gatillar reacciones potentes de respuesta metabólicas (por ejemplo, sudoración, aumento de la tasa cardíaca, etc.) ante situaciones peligrosas reales o imaginarias como cuando Regan MacNeil gira su cabeza en 360° en lo que es la primera firma terrorífica de la película El exorcista. Lo interesante es que reaccionamos con miedo ante algo que nunca habíamos visto y que el cerebro desconocía si era bueno o es malo. Sólo lo reconoce como antinatural, y reacciona.
¿Cuál es la ventaja evolutiva de tener miedo frente a situaciones peligrosas?
La respuesta puede parecer obvia, pero nunca está demás recordar que el sentir miedo es un mecanismo de protección frente a una situación que representa un riesgo inminente al bienestar del individuo. Las respuestas clásicas frente al miedo se definen como “escapar o pelear”. Sin embargo, existen otras alternativas, como el “congelamiento”, quedarse literalmente paralizado ante el miedo, sin posibilidad de reaccionar.
Existen ocasiones en las cuales la magnitud emocional de un estímulo es tan alta que nuestro cerebro no puede procesarlos y la respuesta tiende a ser errática más que efectiva, considerando que es de esta respuesta que podría depender nuestra supervivencia. Al cerebro le cuesta más tomar mejores decisiones, por eso Carol Anne se dirigió hasta el televisor de su sala de estar, en la mitad de la noche, y terminó siendo absorbida por la pantalla en el clásico de 1982, Poltergeist, aunque todos pensábamos, desde nuestra posición como espectadores en la sala de cine, que era una muy mala idea.
Sin embargo, la capacidad de reaccionar de forma efectiva frente al miedo es una habilidad que se puede entrenar y desarrollar. Existen diferentes técnicas y tratamientos que ayudan a controlar esta emoción, como la imaginería mental, el mindfulness y la psicoterapia, entre otras.
Para entender cómo se puede disfrutar de este tipo de situaciones hay que considerar dos aspectos. Primero, esto funciona solamente si sabemos que estamos en un ambiente seguro cuando nos invade la sensación de miedo. Por ejemplo, estar en una jaula de observación de tiburones, tirarse por el Xtreme Fall o realizar paracaidismo. La clave de esto es que el cerebro se siente seguro.
Lo segundo que hay que entender es que esta sensación se debe a la activación de la respuesta amigdaliana, lo que genera una liberación de dopamina que activa regiones que forman parte del sistema de refuerzo y del placer. Esto podría explicar el efecto adictivo que genera el practicar ciertos deportes extremos o experiencias cercanas a la muerte, pero siempre de forma controlada.
Sin la certeza del control una cosa es clara, en la realidad no estamos tan dispuestos a exponernos al peligro. La respuesta al miedo representa una de las herramientas más poderosas de la mente sin ella, como especie, no estaríamos contando esta historia.
Francisco Zamorano, Ph.D en Ciencias Médicas